lunes, 3 de diciembre de 2012

Dia cada precio una sorpresa...



El supermercado Día (donde cada precio es una oferta), me encontrado una mujer que me ha recordado a mi difunta abuela.

Una mujer de unos setenta años que junto a su amiga, iban de compras de víveres de primera necesidad. No paraba de gritar y soltar maldiciones por la boca con la subida de los precios, aseguraba que ella iba cada semana y que el precio cada vez era más alto en todos los productos:

¡Me levantado con una mala leche, que no se me va oye!

Obviamente no he podido estarme de meterme en medio de tal rebuzno, su amiga le decía:

-Cállate, mujer. ¡Que nos van a decir algo!
 -Déjala, que así se desahoga. Que al menos ya  que hacemos gasto, nos quedamos a gusto.
-Pues nada, cuando veas a Rajoy se lo dices.
-No señoras que en Catalunya es Mas quién manda.
¡El más cabrón! Han contestado al unísono.

Y es que puede que la edad haga cierta desidia a la hora de saber quién es el candidato del momento, pero a la hora de hacer milagros para llenar la nevera no hay quién las gane.

La mujer seguía diciendo que no sabía porque estaba de tan mal humor, pero mirando las estanterías repletas de precios, seguía encendiéndose.
Eso si antes de marcharme, me han deseado una feliz entrada de año con una gran sonrisa.

Mi abuela Teresa era mucho, ella siempre hablaba con cualquiera y en un momento hacía un referéndum en la calle y es que las abuelas españolas deberían ser patrimonio de la humanidad.

Mi “Yaya” tenía un don para llenar el carro, iba de Canovellas al mercado se Santa Perpetua, cogía el autobús y al fin del mundo que me llevaba cogido del brazo, al más puro estilo “Que echó yo para merecer esto” de Almodóvar. 

Primera parada porras y churros, paseo de rigor por la zona de ropa, donde siempre le sacaba alguna prenda gratis al gitano del momento, diciendo que tenía muchos nietos y yo en aquel momento era el único. Cargados de ropa íbamos a comprar verduras y frutas, hilos y retales para coser, es que mi abuela le gustaba ser Donatella del extrarradio, se hacía unas batas dignas del museo de la moda. Recuerdo una que tuvo especial polémica unas Navidades y es que yo ayudé a escoger la tela, era una bata cuadrada la que se hizo hasta los pies, con una tela negra que al final tenía llamaradas naranjas, amarillas y rojas.

Mi tío le decía que hacia el ridículo vestida así, que parecía King Africa.


Ella decía que se veía moderna y que se la iba a poner cuando me sacara el carnet de moto, que había visto unos cascos de moto con llamaradas igualitos.
Una vez cargados con comida, ropa y gangas variadas, nos quedaba la parte de animales vivos ya que mi abuela tenía una granja.

La vuelta a casa siempre era una aventura y es que al más puro estilo Paco Martínez Soria, volvíamos cargados en autobús de línea, con un grupo que iba creciendo en cada parada de abuelas a la carga.


Lo más gracioso era en el autobús verlas cambiar cupones de la ONCE, cada una había comprado en su trayecto el boleto de la suerte y como los niños juegan a los cromos ellas también  se los intercambiaban.

Nunca le tocó la lotería a mi abuela, pero a mí con ella me tocó el cuponazo.

1 comentario:

  1. No llegué a conocer a mis abuelas, no del todo, una murió antes de nacer Yo, y la otra cuando tenía 4 años, así que no tengo recuerdos, pero sí de uno de mis abuelos.Y a día de hoy veo lo mismo, mi madre educando ,babeando y malcriando a mi sobrino de 5 añitos.Son vitales...besotes!

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