miércoles, 9 de mayo de 2012

¿Cena con el Obispo Reig?


Estaba toda la Iglesia llena, pero a las buenas familias, rectas y generosas, nunca les faltaba un lugar privilegiado en la homilía.

Juan Antonio Reig, él “mentor”, el padre, el hijo y el espíritu Santo.

Benditas palabras que llenaron las almas de verdades como puños, ciertamente al fin se atrevía  alguien  a plantar cara  al Demonio.

El Demonio anda entre nosotros, a modo de sodomitas viciosos, que corrompen a los hijos de familias rectas, y potencialmente productivas de nuestra comunidad cristiana.

¡Qué gran verdad!

Pero no todos son tan divertidos señor Obispo, hay algunos que solo van a la Sauna e incluso  otros, creen en páginas de internet para  encontrar a un príncipe azul. Demonios que pretenden ocupar sus iglesias, vestidos ambos de impropios atuendos que atentarían contra la virtud de unos ojos cristianos, buscando el Sacramento del matrimonio gay.

Sodomitas viciosos que quieren perpetuar sus familias adoptando hijos.
Abandonados de orfanatos del tercer mundo, o tal vez de madres adolescentes o de hogares rotos por la droga y el alcohol.

Pero no nos desviemos del tema, ciertamente los mejores, bajo mi criterio son, de los que gracias a sus palabras el mundo hoy conoce mejor.

Chaperos, putos, frecuentadores de bares de noche, bebedores de alcohol.

Yo he tenido a mi mesa chaperos, putas y las diosas de la belleza, transexuales. Modelos, blancos, negros, mestizos e incluso mujeres y hombres heterosexuales comerciantes de carne, vendedores de mamadas.

La Sodomía trayendo el Infierno a la Tierra.

Y que Infierno… ¡Un segundo, se me quema algo en el horno!
Estoy calentando las calderas, hoy preparo una cena.

Ahora que ya sé, gracias a sus palabras, como llamar a mis invitados.

¡Diablillos cachondos!

Chaperos maricones y putas bolleras, sin olvidar mis enfermas “transgeneras".
Gracias por enseñarme antes de comprar el billete, como va iba ser su Cielo. Menos mal, con lo que cuesta hoy en día que te devuelvan el dinero…

No me había dado cuenta que lo que verdaderamente deseo, es justamente la perdición y que en brazos de la sodomía, danzo ante la vida.

Danzo contra dictadores, déspotas, gurús de la Nada.
Ignorantes del Amor y de las mieles del placer carnal. 
Cobardes que se refugian en sotanas y que no juzgan a los pedófilos.

Si en mi casa y en mi mesa, hoy y siempre cenaran chaperos maricones.

Le invitaría a sentarse a mi mesa para que aprendiera algo del Nirvana que supone mi vida, pero sería faltar a sus creencias. No me atrevería jamás a insultar con una invitación a una moral tan recta.

Yo pese haber escogido el Infierno (según usted) a diferencia de su “Santidad” no le faltaría al respeto.

En mi mesa no hay cubiertos para usted y en mi casa no entra cualquiera.

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