Desalentada porque el nuevo Santo Padre no ha visitado
todavía mi edificio, no es de extrañar la confusión, ya que mis adorados
vecinos han cambiado un sofá de dudoso gusto (pero cómodo) de la recepción, por
un banco de seis patas de madera de nogal, así claro…Una pensaba que o bien la
Fumata se iba hacer en mi portal “y no en mi piso como es costumbre” o bien que
sería la Santa Sede para comulgar.
Por lo visto tenemos algunas disputas familiares, que
hacen que algún desangelado marido se vaya a dormir al sofá, pero no al de su
comedor sino al de la entrada del edificio, para que luego digan que las
mujeres no tienen voz y voto. Así que mis entrañables vecinas que ya solo
pueden esperar la visita del Señor de los cielos, han decido hacerle pensar en
que se equivoca ese marido castigado, dándole un reposo recto y resignado en un
gran tablón de madera como lo hacen supuestamente monjes y frailes.
Sumida en un trabajo diurno como el resto de mortales
y aprovechando cualquier momento para copar ideas libreta en mano, con los
dedos llenos de tinta de tanto trasbordo y paradas de metro; sumergida en la
grabación de nuevas aventuras, estoy pegada a los cascos de mi móvil escuchando
sin cesar canciones para no cesar el bombardeo creativo de mi última neurona,
con lo que no reparé en el cambio del
deformado y cómodo sofá por el rudo banco de seis patas sin respaldo de pura
madera.
A peso, tiré toda mi masa hacia el artefacto feo e
incomodo, pensando que mis posaderas se encontrarían un reposo mullido y zass!!
Me dejado el culo y la espinilla que me aprietan el hígado.
Si no fuera bastante el terrible gusto con el que se
hicieron las entradas de los edificios Nuñez y Navarro, súmale el gusto de
vecinas hijas de una post-guerra con referentes de decoración a lo “Cúentame
que te pasó”.
Madera por doquier ya algo abultada por el paso del
tiempo y la humedad, un sofá bueno ahora un enorme ataúd de madera de seis
patas sin respaldo, un cuadro que debería ser hecho por el hijo de Nuñez porque
sería la única explicación licita…Una marina con pescadores, en el Raval!!
Que obsesión tienen las mujeres de más de 60 años con
las dichosas marinas, cuadros absurdos donde los haya, en plena ciudad quién quiere
ver pescadores en barcas
¿Irá en segundas?
¿Serán pateras?
¿Narcotráfico?
Aishhh… Dejo que la ilusión de tener una vecina narco
me nuble la realidad.
Lo mejor de todo es la puerta del ascensor, más propia
de un Bourdel Asiático que de un elevador mecánico. Es como un diseño de
Roberto Cavalli pero hecho en plancha de metal, con mucho dorado un gran bonsái
preside tu rutinario viaje hacia las alturas al interior de tu hogar.
Y es que las Divas siempre vivimos en alto, ya sea
para que la caída sea más rápida o bien para oxigenarnos de tanto cretino.
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